miércoles, 30 de mayo de 2007

·Ella

"...La seda transparente de aquellas cortinas, lentamente le bailaba al viento sus caricias. Como cada mañana, al otro extremo de aquella ventana se podían percibir algunos acordes de la magistral banda sonora de 'In the mood for love', que sonaba en el volumen idóneo para hacer del sonido ambiente un verso del silencio. Desde los pliegues de aquellas sábanas perfumadas con esa clase de aromas suaves que les otorgaríamos a las nubes, si éstas fueran algo más que pinceladas de nada arropando al cielo, se tejía un rastro de mística dulzura que conducía hasta la ducha del cuarto de baño junto a la habitación. Sin perderle un solo compás a la melodía, en copos de blanca espuma fragante a lis salvaje, se dibujaban romas formas que vestían de frescura derramándose cuerpo abajo, aquella piel joven, casi perfecta, precipitándose desde el dorado vacío de su pelo. Mientras tanto, en la cocina, el té rojo humeante ya era más que una realidad, a la espera de emerger protagonista del momento. Extendió su brazo sin apenas esfuerzo hacia el colgador junto a la ducha, al que se aferraba desafiando toda ley gravitatoria, una toalla de color cian y tacto delicado. El vaho se hizo dermis del enorme espejo que presidía el tocador de aquel excusado, elegante y sofisticado, propio de alguien con esencia propia, único en su especie. Con un par de gestos soslayados, logró esconder la humedad que cubría todo su cuerpo desnudo y, con la palma de su mano, dibujó una vía de escape para su reflejo, entre el tul opaco con el que el vapor había cubierto el cristal. Su mirada era tan intensa, que si el horizonte fuera el nombre de un color, se decretarían sus ojos como única muestra del mismo. Refugiaba en su expresión la calma y el desasosiego bajo esos rasgos etéreos a la par que felinos. Escogió de entre todos, el perfume de los miércoles a pesar de estar posando sus pies sobre el suelo de un lunes, pero romper las reglas para personas como aquélla, no era más que un juego de niños con el que darle esquinazo a la rutina. Odiaba ser previsible, y por ello se enfundaba el disfraz de inalcanzable, sus costumbres eran propias de alma tejida a las páginas de un cuento, pues sus horas libres eran hermética poesía ya que tal era el recelo con el que guardaba su más intima verdad, que incluso su nombre destilaba épica incertidumbre, Ka se hacía llamar, y era la más bella mujer a la que cientos de hermosas palabras trenzadas atinaran a dar el idóneo homenaje."

martes, 29 de mayo de 2007

·Suspirando a Calíope



•Habló la noche sobre ese loco cobarde, el que rondaba tejados quemando cigarros. El que nunca volvió, de todo escapaba y sus huellas no eran otra cosa que polvo removido, que le había escuchado andar bajo tierra de otra Luna menguante. Lloraba entre cartones, escribía en su almohada y le hablaba a las paredes, testimonio marchito de una dulce tristeza. Qué lejos llegaban las sombras cuantas más horas castigaba su sueño con agonía en vigilia. Aquel marinero no hallaba su puerto, no hubo manos de seda que calmaran su aliento bajo uñas pintadas en rugiente escarlata. Cuántos faros apagaron sus párpados trenzando en salitre acordes pausados, arrastrando sus pies sobre madera mojada, destilando desdicha a la calma del agua. Lloraba los mares a su brújula sin norte, anduvo cien años tras los pasos del viento, y no llegó ella, de mil playas doradas palpó el horizonte, dicen que alcanzó el brillo del Sol y se fundió con el alba. Ya no se escuchan historias de hombres de mar, de amor engullido por salinas arenas, ya ninguna gaviota recuerda el castigo en deriva de aquel enamorado poeta, no hay navío tan noble como el corazón de aquel hombre, bebía los mares para errar siempre solo. Recordaban su nombre en las calles oscuras, apagaba farolas el rumor de su historia, aquel hijo de la nada murió de silencio, y nadie acudió a socorrer su lamento, caminaba en rojo tardío senderos de piedras deletreándose orillas, su camino era eterno, su meta siempre infinita. Su alma un desierto, su corazón un jardín, en ramos de rosas teñía el tormento, volvía a buscarla para coronar sus veladas, pero extensa su playa, a sus ojos dibujada vacía, concebía las noches para matarlas al día. Su verso sediento no halló nunca la rima, la esperanza, difuminada en la merma perpetua le hizo desquiciar de añoranza, se hizo a altamar en una vieja barca de plata, la buscó entre las nubes removiendo arrecifes. Apresado en la marea voraz de occidente, se adentró en el olvido, entonaba el recuerdo en el cantar de sirena, el coral fue su lecho y el desamor, en esta prosa balada y de su último llanto, condena.


lunes, 28 de mayo de 2007

yoHo!


"Quizás en el raro caso en el que para seguir la dirección correcta se requiera un acto de piratería, la piratería en sí misma pueda ser la dirección correcta."