martes, 14 de agosto de 2007

·el penúltimo suspiro


·Rota, duele y muere al tacto la esperanza en aquel cruce de miradas encerrado en velada de otra primavera. Se desnudan nuestras dudas en el recuerdo que parece reverberar cada curva de mi mente, en el quiebro contemplado de aquella luna que rompimos entre tu ombligo y mi pulso transpirante. Si volvieras a intentarlo, nada más quedaría de esta libertad desdibujada que se rompe a mi sonrisa, si te cruzas al silencio para arrebatarme el palpitar al que en esencia perteneces. Tan felina mi inocencia, resabida, se desliza por los pliegues de tu ropa que, aún exhausta yace al evocar del calor que aquella noche enfundaba el raso de esta esquina, morada de tu llama, luz oscura que nunca volvió a desvanecerse a pesar de tu partida al desafiante porvenir de mi fortuna. Ansío arrebatarte de mis ansias, componer tu partitura en vino blanco y piedras en el alma, desdolerme de tu asincrónica cordura al desgarrar cada botón de mi camisa tras la causa del infierno que despiertas repitiéndote en mi cuerpo, como si cada vez fuera la última, y tras de ti no hubiera más sino que el resto de una eternidad condenado a no olvidarte. Y tu aliento cerca de mi aliento rompe toda escarcha que castiga mi existencia confinada. Recorriendo la humedad de tus costuras, se dilatan mis pupilas para hacerte parte de las sombras cuando no hay silencio que sugiera esbozo similar al de tus formas, figura etérea en cada curva sinuosa que, implacable, se apuntala en estilete a mis sentidos. Siento vértigo ante la velocidad de tanta distancia que nos aprieta en cada polo, siento que este amor es imposible, porque sólo así se dibuja tan perfecto, siento que a tu voluntad vivo entregado, pues nunca otro perfume se aferró tanto a cada poro de mi cartografía emocional, en esta guerra en la que no hay cicatriz que perdure más que el deseo de que des remedio a este cisma desencadenado por tanto tiempo prometiendo volver para volver a devastarnos.

miércoles, 20 de junio de 2007

·el trono del rey Sol


•Él nunca ha tenido un lugar hasta hoy para ser mención de labios ajenos en contextos lejanos, pues su nombre vive reflejado en el más imperfecto de los pretéritos jamás conjugados. Quiebra los silencios rasgando el viento que soslaya su pluma sedienta de respuestas a todas sus dudas, dibuja el sonido, adora la calma. Es el eterno amante en toda ventana, con su rock enciende la noche inventándose estrellas, su triste balada arrastra a la nada la última llama del calor de una vela, apaga las luces para que nadie le escuche, enciende la luna para convertirse en un sueño, en las noches oscuras de truenos y nubes. Es el contraste fundido de un abismo sin fondo, sus palabras se clavan tan adentro que en ocasiones te matan y en ocasiones describen toda una vida sin pausa. Diseña el camino de vuelta para todos aquellos niños perdidos, es el loco más sabio por cuerda ignorancia. La perdición se imprime en sus labios cuando cada surco en sus formas se declara trinchera de una guerra sin sangre, muere en batalla, revive en la gloria, sus besos no queman pero su amor te desgarra en latigazos de aliento que perturban las olas de frío de las veladas más largas. En las distancias más cortas es un alma impasible, su frialdad se descubre en el horizonte del alba, dónde mueren los sueños cuando se termina la infancia, dónde se encierra ese tacto que murmulla agonías dónde tiembla de pánico en la piel toda ansia. El mañana no existe tras el ventanal de su habitación incolora, la pena se cierne sobre su causa perdida, nunca se encierra en tu cuerpo si de tu mirada no escapa. Lucha sin meta mientras en sus venas la sangre le hierva partiendo su pulso en un compás de venganza, ha perdido tanto aire consumiendo perfumes robados que se arrastra en las calles olvidando ese implacable veneno que partió su esperanza. No hay lugar para el viento entre sus brazos insanos, murió un día el niño en un rincón del olvido, hoy es el hombre que relata el destierro de una duna escarlata, al gris del asfalto se trenza a su rastro, se inhiben sus miedos, su despertar al fin se desata.

martes, 12 de junio de 2007

·Trémulo insomnio


Me escucharás rondar la periferia de tus huellas, volaré lejos, para que así nunca más tengas que entenderme, si un día tu ventana es esa hermética pared que separa nuestros mundos. Yo siempre camino solo, así es mi marcha, así son todos mis caminos. Temblarás cuando te des cuenta de que no soy más que el resquicio de un recuerdo, la partícula esencial que desata toda duda. Tras el cristal me fundiré a la inmensidad del horizonte derramando tu agonía en pétalos de sal iluminando tus mejillas. Redoblarán campanas al susurro de otros vientos, cuando percibas sombras tras de ti que reencarnen mi memoria, seré la única compañía cuando calcules el abasto del vacío que desatarán todas tus renuncias. Hoy llorará el cielo, toda la tristeza que enterraste en un cajón, anegando en la desdicha miles de palabras encerradas en las cartas que nunca recibiste. Arrastraré el Siroco al temblor de tus rincones, para que el silbo de tu piel recomponga en partitura cada quiebro de ese sueño que se hizo un día humo de una vela en la palma de mi mano. Acuérdate de mí cuando ya me hayas convertido en nada en tu existencia, pues hoy soy todo aquello que sobrevivió a tu paso por la mía.

martes, 5 de junio de 2007

·desamor horizontal


Se deshace de mi prosa en el soslayo de un susurro entrañado en su silueta silenciosa. Quema bajo su piel y me tiembla el pálpito del tacto imaginando acariciarla, culminando el rastro de su esencia solitaria en cada pliegue de esa ropa suya que yace tibia en el pasillo que conduce a su quimera. Su cintura frágil, manufacta, se desliza entre las sombras, cierra mis ventanas, arde el suelo bajo cada huella teñida de su rastro, juega a hacerme vulnerable, me suplica que la abrace. Rasga mis costuras, contonea las cortinas que la cubren y la ocultan, hace seda de mis dedos y sus besos son tan caros que perpetra mis sentidos en el acto de olvidarme. Resbala su perfume arropando las paredes, extasiando mi atmósfera, agrietando mis principios de hombre extenso y sinuoso. Exhala adrenalina fraguando escarcha de cristal bajo la Luna, su alma eterna se pronuncia y se transpira en el instante en qué sus poros afixian la agonía de terminar toda distancia en el abrazo de dos cuerpos. Bebo de su vientre, sucumbo al vértigo de sus formas tras precipitarme en el abismo del surco de su ombligo en el centro de mi universo comprimido. En sus muñecas, blancas, finas como el mármol, se dibujan las estrellas y en cuarto creciente, la media luna de sus labios me conduce al ocaso de esta velada, extenuada en el fulgor de mil reflejos contrapuestos, juega con mis ansias, me invade con su lengua y se alimenta de la mía en el juego de matarme lentamente. Me desgarra entre sus piernas, su prisión cada vez es más extrema, y presiona mis pupilas al confín de su mirada, agrietando mi pasado en un bandazo de trémula batalla, me desposee del aliento y me vacía de sudor en el turno de soñarla. Yo me anclo a sus tobillos, le declaro tregua mezclándome a la comisura en su sonrisa, oscura como el mar en la noche más larga del verano, me atropella en su vaivén, dominando mis traspiés sobre el lienzo de sus manos. Y me pierdo por su espalda dolorida, viajando sus rincones, anidando en sus lunares, haciendo de su espina dorsal un motivo de entregarme a la desvida, descendiéndola con tiento, encendiéndola sin pausa. Su voz dulce corta el viento en poesía, suena mágica en mis sábanas, tiembla al cruce de mis parpados acunando mis pestañas, si la escucho yo revivo pues callada me remata. Es la química perfecta de mi física inexacta, me compensa los errores potenciando mis ventajas, nunca hacemos el amor, le damos forma sin palabras. Y en su cuello me declaro, trazo con saliva ese nombre suplicado tantas veces en el clímax de mi historia, hallo puntos del trópico de cáncer aproximándome a su nuca inexpugnada, y consigo que me pida, y le venzo la batalla. Es mi orilla de Levante y la marea de mi cala, ella sabe lo que quiero, y yo la adoro por su atino, por cada paso que la aleja, porque vivir en ella todo cambia, porque una vida sin ella vale nada.

lunes, 4 de junio de 2007

·Aquí


Yo, que velo las noches desde mi pequeña fortaleza, acaricio el cielo más de cerca de lo que ninguno de tus sueños ha osado nunca aproximarse al brillo de una estrella. Si un día yo faltara, ya no quedaría nadie en este mundo que se preocupara por volverte a ver volar hasta tan alto, que incluso las nubes envidiarían tus coqueteos con el viento. Tu tristeza es un vértigo enfermizo que te agarra a un suelo que ya no dibuja ninguno de tus pasos, nunca jamás sonreirás en este mundo si acabas de olvidar por siempre que un día fuiste un hada entre las flores, y una sirena en cada charco. Llora todo aquello que ningún mar se contuvo en otros desencantos no escuchados, que no habrá madrugada tan oscura en la que rotunda afirmes que estás sola en esta lucha. Anidado en tu ventana, desde diez mil lunas atrás, te deletreo en el alféizar la receta que te traiga de regreso a ese cuento que nos hizo tan iguales, esperando que la tomes, o seas tú quién de tus labios me supliques que no complique este tormento que te aprieta y que te asfixia, que me pidas que no siga, y así me ruegues que me marche. De cien desiertos he escapado sin nombrar hogar a la meta de mi rumbo, encerrando el mapa de regreso entre más de sesenta pliegues se ha olvidado en un bolsillo, nunca regresé, como nunca fui esperado. Déjame escucharte, que hoy el dolor te prometo que te calmo, que mi alma escucha tibia cada llanto desgraciado que sacia el antojo de este cruel destino que tan cerca nos retuvo en un instante tan poco apropiado. Me declaro guardián de tu sonrisa, duende rey de todo aquel que retuvo la inocencia en otro mundo tan lejano que, de no conocer su nombre, no sabrían en qué constelación podrían ubicarlo. Caminaré todos tus pasos, sellaré la garantía de tu eterna compañía por muy absurda que declares cada cláusula del pacto, seré el siroco que retuerza tu veleta si tú marcas un norte en el qué podamos encontrarnos. Hallaremos tregua un día a los diálogos lejanos, inventaremos navidades no tan frías que eternicen los abrazos, descubriremos un país dónde ya nada nos importe, y surcaremos cada noche Orión y Casiopea a los lomos de Pegaso. Porque desde mi pequeña fortaleza invento el color del cielo que ilumina tu ventana, a pesar de que ese horizonte nos distancie cuando se aproxime nuestro ocaso, a pesar de que el alba se antoje triste herida del pasado cuando emerjan las mañanas.

domingo, 3 de junio de 2007

·Plata y azul



·Conduce la estrella que baña mi playa,
me adorna en zafiro el color del mañana,

me cubre de oro si sueño alcanzarla,
para escribirle este cuento de amor sin palabras.

miércoles, 30 de mayo de 2007

·Ella

"...La seda transparente de aquellas cortinas, lentamente le bailaba al viento sus caricias. Como cada mañana, al otro extremo de aquella ventana se podían percibir algunos acordes de la magistral banda sonora de 'In the mood for love', que sonaba en el volumen idóneo para hacer del sonido ambiente un verso del silencio. Desde los pliegues de aquellas sábanas perfumadas con esa clase de aromas suaves que les otorgaríamos a las nubes, si éstas fueran algo más que pinceladas de nada arropando al cielo, se tejía un rastro de mística dulzura que conducía hasta la ducha del cuarto de baño junto a la habitación. Sin perderle un solo compás a la melodía, en copos de blanca espuma fragante a lis salvaje, se dibujaban romas formas que vestían de frescura derramándose cuerpo abajo, aquella piel joven, casi perfecta, precipitándose desde el dorado vacío de su pelo. Mientras tanto, en la cocina, el té rojo humeante ya era más que una realidad, a la espera de emerger protagonista del momento. Extendió su brazo sin apenas esfuerzo hacia el colgador junto a la ducha, al que se aferraba desafiando toda ley gravitatoria, una toalla de color cian y tacto delicado. El vaho se hizo dermis del enorme espejo que presidía el tocador de aquel excusado, elegante y sofisticado, propio de alguien con esencia propia, único en su especie. Con un par de gestos soslayados, logró esconder la humedad que cubría todo su cuerpo desnudo y, con la palma de su mano, dibujó una vía de escape para su reflejo, entre el tul opaco con el que el vapor había cubierto el cristal. Su mirada era tan intensa, que si el horizonte fuera el nombre de un color, se decretarían sus ojos como única muestra del mismo. Refugiaba en su expresión la calma y el desasosiego bajo esos rasgos etéreos a la par que felinos. Escogió de entre todos, el perfume de los miércoles a pesar de estar posando sus pies sobre el suelo de un lunes, pero romper las reglas para personas como aquélla, no era más que un juego de niños con el que darle esquinazo a la rutina. Odiaba ser previsible, y por ello se enfundaba el disfraz de inalcanzable, sus costumbres eran propias de alma tejida a las páginas de un cuento, pues sus horas libres eran hermética poesía ya que tal era el recelo con el que guardaba su más intima verdad, que incluso su nombre destilaba épica incertidumbre, Ka se hacía llamar, y era la más bella mujer a la que cientos de hermosas palabras trenzadas atinaran a dar el idóneo homenaje."